Una llamada al servicio a una nueva comunidad
No ha pasado ni un año de mi reciente incorporación a la parroquia de San Félix que he recibido del señor arzobispo una nueva misión.
Este año ha sido un tiempo vivido con intensidad, un año que ha significado meterme de lleno en la realidad de una nueva comunidad. Gradualmente he ido adentrándome en la esencia religiosa y cultural del entorno. Ha sido un año para empaparme a fondo de una historia que ha marcado el modo de ser y ha configurado esta parroquia, dándole su talante propio. La parroquia de san Félix muestra una gran fidelidad y un sentido de pertenencia a prueba de bomba, y esto ha posibilitado que, a lo largo de su trayectoria, de más de 70 años, hayan pasado por ella diversos sacerdotes que la comunidad ha aceptado y querido, cada uno con su modo de hacer y su talante.
Un nuevo territorio de evangelización
San Pancracio está en la misma demarcación arciprestal que San Félix, pero en un entorno muy distinto. Se levanta entre viejas naves y nuevos edificios que se yerguen entre las calles Badajoz y Sancho de Ávila. Una parte de este barrio ha sufrido una profunda transformación arquitectónica y urbana, especialmente la más próxima a la Rambla del Poblenou, arteria central del arciprestazgo. Entre dos solares donde se anuncia la construcción de nuevos bloques y un alto edificio acristalado, se levanta el tabernáculo de la parroquia, humilde, modesta, con su fachada de ladrillo y su pequeño frontón que evoca los templos de las primitivas iglesias cristianas. San Pancracio acoge al Señor de la vida, que no necesita de grandes rascacielos, sino de corazones ardientes que quieran recibirlo. La sobriedad de esta parroquia me conmovió. Se erige en una zona donde se da una doble realidad: por un lado, las naves abandonadas, habitadas por okupas de diferentes etnias, y la gente buena y sencilla que forma parte de la comunidad, con un fuerte sentido de barrio y un gran compromiso hacia su parroquia. Por otro lado, las gélidas construcciones de las empresas que están colonizando el territorio.
La sangre del mártir
Pero esas torres que roban la luz del cielo a las calles no podrán apagar la potente luz de Cristo que sale del sagrario. Allí, en medio de los gigantes de acero y cristal, la parroquia llama poderosamente la atención por su extrema sencillez. Y quizás esta simplicidad sea la mejor imagen para evocar al joven mártir Pancracio, que sometido a terribles interrogatorios y tormentos, jamás quiso renunciar a su fe. Esa rotundidad en defensa de la fe, esa audacia hasta la muerte, ese coraje en aquel adolescente ha de ser para nosotros ejemplo y fuerza que nos anime a seguir firmes en la fe. Su sangre derramada es un tesoro que tiene que alimentar nuestra fe, ahora más que nunca, en medio de una sociedad tan secularizada.
Agradecimiento
Quiero hacer un recordatorio de los anteriores rectores que me precedieron desde la constitución canónica de esta parroquia: mosén Santiago, mosén Forcada, mosén Agustín Viñas, que me llamó a la vocación sacerdotal, mosén Tubau, mi profesor de teología moral en la facultad, mosén Rafa Zamora, creativo, dinámico y locuaz, que supo hacer una teología cercana, paternal y festiva, con un profundo sentido de lo estético y lo musical —fue él quien fomentó la “misa de las culturas”, auténtico reflejo de la realidad sociológica del barrio—. Y finalmente, mosén Rodrigo, que supo acompañar dócilmente a Rafa y que, durante un año, ha llevado a buen puerto el timón de la parroquia. Ha sido un gran amigo y compañero sacerdote, siempre atento y disponible para ir cubriendo las necesidades arciprestales, haciendo sustituciones para celebrar eucaristías allí donde fuera necesario.
Invocación
Finalmente, no dejemos de invocar a san Pancracio. Como bien sabéis, es patrón de los pobres, los afligidos y los desafortunados. Ante Dios, él intercederá para que consigamos la paz cristiana necesaria para afrontar los avatares y las luchas cotidianas y para dar ejemplo de mansedumbre y abandono en Dios, como lo hicieron los santos.
Que él, junto con san Félix, también mártir, me ayude a servir con alegre generosidad a mi nueva comunidad, regalo que Dios me da a través de nuestro pastor diocesano, el Cardenal Martínez Sistach. Espero cumplir esta nueva misión con la ayuda de Dios y de la comunidad.
¡Gracias!
Mn. Joaquín