Hoy, 1 de abril, hemos celebrado el Domingo de Ramos en comunidad. A las 10.30 h tuvo lugar la bendición de los ramos en el patio, con una gran afluencia de feligreses y vecinos de la zona. Seguidamente, marchamos en procesión hacia el templo, donde se inició la Eucaristía, con una buena participación de familias con sus hijos. Hoy la lectura del evangelio ha seguido la Pasión según San Marcos. Así hemos iniciado la Semana Santa, un tiempo en que estamos llamados a bajar nuestro ritmo de actividad y meditar, interiorizando los últimos episodios de la vida de Cristo.
Durante estos días, las celebraciones serán las siguientes:
5 de abril JUEVES SANTO: Eucaristía de la Santa Cena a las 18.30 h.
6 de abril VIERNES SANTO: Víacrucis a las 12 h. Santos Oficios a las 17 h.
7 de abril SÁBADO SANTO: Vigilia Pascual a las 18 h.
REFLEXIÓN para iniciar la Semana Santa
El amor y la muerte
La pasión de Cristo aúna las torturas despiadadas con un proceso legal injusto e irregular. La muerte de un inocente marcará nuestra historia occidental. Los sumos sacerdotes y las autoridades saben que el mensaje de Jesús puede amenazar su posición y toman su decisión movidos por el miedo a perder su poder.
La tragedia de la pasión de Jesús nos ha de interpelar en lo más hondo de nuestro corazón. En ella se dan factores que se repiten a lo largo de la historia. El dolor de Jesús continúa hoy en los pobres, en los que sufren bajo un poder injusto, en los perseguidos por su religión o sus ideas, en los enfermos, en los que mueren de hambre. La ambición de poder, el egoísmo y la indiferencia siguen cobrándose víctimas inocentes.
La pasión y muerte de Jesús nos hacen reflexionar sobre dos realidades íntimamente ligadas a nuestra naturaleza humana: el sufrimiento y la muerte. Jesús nos muestra que el amor no nos evitará sufrir. Su amor es un acto supremo de libertad. Por esto su actitud es de serenidad y aceptación. Sabe que amar sin límites puede conducirlo al dolor extremo, y lo acepta.
La muerte de Jesús en cruz es fruto de un trágico enfrentamiento de libertades. La libertad de Dios choca con la voluntad de los hombres, que él ha querido hacer libres. Dios asume la herida sangrante de la ruptura entre él y los hombres rebeldes. Y Jesús, fiel al Padre, también la asume, abandonándose dócilmente en brazos de la muerte. Pero el amor es mucho mayor que la muerte y sobrepasa sus límites humanos. Dios llora ante su hijo muerto, pero responderá con una contundencia luminosa. Al tercer día, lo resucitará.