Estalla una vida nueva
La primavera estalla en nuestros campos, y también en nosotros florece una vida nueva. La luz de la Pascua ilumina todo cuanto traemos entre manos: proyectos, deseos, inquietudes y esperanzas. Alegrémonos, porque la muerte ha sido vencida. La luz de Cristo está entre nosotros. Desde la cruz, Él reina. Desde la cruz pascual, Él nos ilumina y camina delante de nosotros, como un faro en el horizonte.
Pero, ¿dónde está el Señor?, se preguntaban María y los apóstoles. ¿Dónde está Jesús resucitado?, nos preguntamos nosotros hoy. ¿Dónde podemos encontrarlo? ¿Dónde lo encontraron sus amigos? Jesús se hizo presente en medio de sus quehaceres, cuando se reunían a rezar, o a comer juntos, cuando estaban desanimados, cuando dudaban. Y les decía: “¡No tengáis miedo!”. La vida no podemos vivirla “de paso”, mirando hacia otro lado. La vida es esfuerzo, lucha, tensión. Y también voluntad de crecer y de amar. Vale la pena continuar caminando con fe, sin quejarnos. Vale la pena, también, encontrar tiempo para detenerse, descansar y compartir juntos. Y dar gracias por lo que hemos vivido y por el futuro que nos aguarda.
Con Jesús todos resucitamos. Formamos parte de una humanidad nueva que camina por el perdón, la compasión, la paz. Esta es una paz creativa, entrañable, contagiosa, que va más allá. Vivimos una primavera que anuncia que todo es posible, que siempre podemos comenzar de nuevo, recuperando un estilo de vida más fraternal, abrazarnos como si fuera la primera vez, volver a sentirnos jóvenes y llenos de entusiasmo para construir. Somos llamados a combatir la muerte con la vida, el odio con amor, el egoísmo con la solidaridad, la tristeza con gozo. Estamos llamados a ser profetas de esperanza.