Testigos de la luz
Hoy, tercer domingo de Adviento, hemos celebrado la Misa de las Culturas, con una muy buena preparación por parte del grupo responsable y la participación de toda la comunidad. Ha sido mi primera misa presidida como rector de la parroquia, tras la toma de posesión y la despedida de Mn. Rodrigo.
Hoy, tercer domingo de Adviento, hemos celebrado la Misa de las Culturas, con una muy buena preparación por parte del grupo responsable y la participación de toda la comunidad. Ha sido mi primera misa presidida como rector de la parroquia, tras la toma de posesión y la despedida de Mn. Rodrigo.
Se han leído varias reflexiones y plegarias muy profundas y acordes con el evangelio de hoy. También se ha acompañado la celebración de algunos gestos simbólicos, como las velas encendidas. Aquí tenéis la monición de entrada que ha leído Mónica al iniciarse la misa, vale la pena ahondar en ella:
En este tercer domingo de Adviento, la liturgia nos invita a leer qué hay de vida en los “desiertos” de nuestro tiempo. Porque en lugares y momentos difíciles también se pueden abrir paso la confianza en el futuro y la alegría. El desierto puede ser lugar de crisis, pero también de encuentro, de acogida, de esperanza, en donde afloran las debilidades pero también las fortalezas y recursos insospechados. Al mismo tiempo, el testimonio de los profetas en este domingo, nos estimula a convertirnos en portavoces de los que no tienen voz. En nuestras comunidades estamos necesitados de estos testigos de Jesús. La figura del Bautista, abriéndole camino en medio del pueblo judío, nos anima a despertar hoy en la Iglesia esta vocación tan necesaria. En medio de la oscuridad de nuestros tiempos necesitamos «testigos de la luz».
Creyentes que despierten el deseo de Jesús y hagan creíble su mensaje. Cristianos que, con su experiencia personal, su espíritu y su palabra, faciliten el encuentro con él. Seguidores que lo rescaten del olvido y de la relegación para hacerlo más visible entre nosotros.
Los testigos de Jesús no hablan de sí mismos. Su palabra más importante es siempre la que le dejan decir a Jesús. En realidad el testigo no tiene la palabra. Es solo «una voz» que anima a todos a «allanar» el camino que nos puede llevar a él. La fe de nuestras comunidades se sostiene también hoy en la experiencia de esos testigos humildes y sencillos que en medio de tanto desaliento y desconcierto ponen luz!!!! Ojalá nosotros sepamos llevar esa luz a nuestros hogares y familias y ser luz para los demás.